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Unificación de las elecciones

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Por Narciso Isa Conde

La unificación de las tres elecciones propuesta por Abinader es un cambio para peor de algo que parecía no podía ser peor.

El mal no está en haber separado las elecciones, más bien eso ayuda a contrarrestar el tradicional arrastre presidencialista, que además la JCE permitió se violara, aun estando separadas.

Los candidatos presidenciales apadrinaron las municipales y congresuales. Abinader volcó el gobierno y su figura sobre ellas, con todos los recursos disponibles

El mal fundamental está en el tipo de sistema electoral que pauta la Constitución y en las leyes orgánicas y de partidos.

El mal mayor está en el sistema de partidos y sus procesos de perversión, en el clientelismo, en la política como negocio, en el financiamiento espurio, en la narco-política y la inversión capitalista en las elecciones y las candidaturas.

El mal está en el ventajismo, el monopolio, el oligopolio partidista. En la parcialidad de una JCE escogida por un Senado controlado por un partido y un presidente que milita en el autoritarismo y la negación de la democracia.

Solo donde predomina la mentira mediática se le puede dar una alta calificación a la JCE actual… Recordemos todo lo que permitió, incluso la impunidad de las anteriores autoridades, en casos tan reprochables como el de los escáneres.

Otro de los atributos sobresalientes, de todas las JCE, salvo la del 1962 que presidió Ángel Liz, ha sido la irresponsabilidad con una alta complacencia con el presidente de turno.

La actual no es excepción, todo lo contrario.

Miren lo que acaba de hacer con su informe a la Comisión Bicameral del Congreso sobre la unificación de las elecciones.

Destacó que esa contra reforma provocaría largas filas…aumentaría los conflictos electorales, serían necesarias muchas más urnas y espacios al mismo tiempo, provocaría más incertidumbres, (dado que el primer boletín solo se podría emitirse a la una de la madrugada), y habría que eliminar el voto preferencial, reforzando el arrastre y la negación de democracia.

Olvidó, claro está, referirse a que esta contrarreforma vuelve a institucionalizar el arrastre de la candidatura presidencial y a potenciar el caudillismo.

Pero lo peor de todo es que, a pesar de todos esos efectos negativos, la JCE obvió oponerse a ese paso altamente negativo y decidió colocarse en una posición neutra, sin presionar en sentido contrario a la propuesta del PE.

Esa actitud revela irresponsabilidad y dependencia, rayando en la pusilanimidad, dada su competencia en la materia.

Es claro: le tienen miedo al nuevo monarca y por eso en febrero y mayo pasado le permitieron violar todas las normas, sin sancionar sus abusos de poder. El uso descarado del Estado y la intromisión en las elecciones congresuales y municipales.

La unificación va a facilitar todo eso y muchas aberraciones más, mientras la Constitución, las leyes y normativas vigentes seguirán garantizando y facilitando que el sistema político-electoral establecido siga siendo el gran fraude.

En el marco de esta realidad estructural, los remiendos a la Constitución a cargo de una próxima Asamblea Revisora, integrada esos congresistas, solo sirven para allantar o para contra-reformar en mayor escala.

El soberano, el pueblo, no tiene vela en ese entierro de ricos.

Durante toda la vida republicana –salvo en los gobiernos de la Constitución de 1963 (Bosch y Caamaño)- se le ha negado el derecho a ser poder constituyente y los resultados no han podido ser peores.

Esta cuestión, además, no se resuelve simplemente con la convocatoria del referendum.

Es fundamental quitarle al actual Congreso el poder para reformar la Constitución y entregarle al pueblo la función de elegir y diseñar un asamblea constituyente popular y soberana, capaz de crear una nueva constitución inspirada en la del 1963 y establecer una institucionalidad realmente democrática y sin tutela imperialista.

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