El parlamento de Corea del Sur aprobó una moción para destituir al presidente, Yoon Suk Yeol, una sorprendente caída en desgracia de un hombre que ascendió desde la penumbra política hasta la cima del poder.
Sus décadas de logros podrían estar al borde del colapso debido a una única y desconcertante decisión de desplegar tropas bajo ley marcial por la vaga afirmación de que una de las principales democracias de Asia estaba bajo amenaza.
El proceso de juicio político suspende los poderes presidenciales de Yoon hasta que el Tribunal Constitucional determine si lo destituye o restaura sus poderes. El mandatario enfrenta también investigaciones que buscan determinar si su decreto del 3 de diciembre constituye rebelión, un delito que en Corea del Sur se castiga con la pena de muerte.
Yoon, un conservador acérrimo y fiscal de larga trayectoria, pasó de ser un novato político a presidente de Corea del Sur en 2022, poniendo fin a cinco años de gobierno liberal en los que fracasaron los esfuerzos para resolver la crisis nuclear de Corea del Norte y la economía se debilitó.
Pero su mandato ha estado marcado por las fricciones casi constantes con un parlamento controlado por la oposición, las amenazas de aniquilación por parte de Corea del Norte y una serie de escándalos que lo salpican a él y a su esposa. De acuerdo con los observadores, es impulsivo, se toma las críticas de manera personal y depende demasiado del consejo de leales incondicionales.