Para mí, el evangelio de la transfiguración es un comienzo que Jesús da a sus discípulos de lo que había de venir en lo adelante, para que se vayan acostumbrando.
Unos apóstoles llegan a entrever directamente la gloria de Jesús. En la montaña Jesús irradia una luz propia de Dios. Moisés y Elías, que en otro tiempo entrevieron a Yahveh en el Sinaí, dan testimonio de él. Se presenta ya el término de la búsqueda de Dios continuada a lo largo de la historia de Israel. De momento solo se trata de una visión pasajera: “Una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: “Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco, escuchadle”.
Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó, y dijo: “Levantaos, no tengan miedo”. Ellos levantaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Solo el Evangelio de San Mateo trae esta tradición de no encontrar a Jesús en el sepulcro, quizás para mostrar que la resurrección no puede ser una superchería. La presencia de Jesús resucitado se manifiesta ahora claramente a los apóstoles. Todo queda explicado. Pueden ya partir a misionar, a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta fórmula tardía revela la conciencia a que había llegado la Iglesia primitiva sobre la naturaleza de Dios y de Jesús. La muerte está vencida. La presencia trascendente de Jesús, tantas veces señalada en el Evangelio de Juan, se manifiesta ahora de manera indiscutible.
Fuente: https://listindiario.com/la-vida/2022/08/06/733161/transfiguracion-del-senor