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Todos tenemos una historia que contar

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Por Yosauris Pineda.-

En la vida se pasa de todos y, sin importa que tan dolorosa sea la situación, se debe salir adelante, es por ello que, a través del segmento Todos tenemos una historia que contar”, presentamos la historia de la señora Sandra Meran.

Mi nombre es Sandra Meran. Nací en un campo del municipio de las Matas de Farfán,  provincia San Juan. Soy  la única hija  del matrimonio de Feliciano  y Augusta.

Primera etapa

Mis padres se separaron cuando yo apenas tenía 9 meses de nacida y mi padre decidió quedarse a mi cuidado y criarme en casa de mis abuelos paternos. Mi madre decidió emigrar a la cuidad de Santo Domingo en busca de un mejor fututo.

Mis tíos paternos estaban también a mi cuidado. Ellos  fueron, al mismo tiempo,  mis padres, mis tíos y mis hermanos, porque era la única nieta y sobrina. Papi nunca quiso que yo fuera a vivir con mi madre y  los abuelos maternos. Él era muy apegado a mí, incluso, me llevaba a los trabajos con él. En esos momentos, él trabajaba en la construcción y la agricultura.

A medida que iba creciendo, le servía de ayudante a mi padre. Llegué a trabajar la agricultura y  ser ayudante de construcción.

Además, además tenía la responsabilidad de ir a la escuela, sacar buenas notas y  hacer los quehaceres de la casa e, incluso, buscar agua en un burro a 10 kilómetros de distancia.

Mami cada vez que podía iba a visitarme. En las vacaciones de fin de año y de verano pasaba 15 días con ella. No más,  porque era la única  condición que mi padre le ponía. A los 15 días me iba a buscar.

Cuando pasé al séptimo curso tuvieron que buscarme otra escuela, porque donde estaba sólo llegaba hasta sexto. El séptimo y octavo lo hice en una escuela bastante lejos, como a unos 5 o 6 kilómetros de distancia y tenía que ir y volver a pie, muchas veces sin comer. Cuando regresaba a la casa no encontraba comida.

A la edad de 13 años, cuando terminé el octavo curso, mi padre decidió mandarme a vivir a Santo Domingo, porque el liceo secundario de mi pueblo quedaba muy

Llegué a Santo Domingo a residir en casa de mi tío Juan hermano, hermano de mi padre, para continuar los estudios del bachillerato. El no obtuvo cupo en el liceo diurno y tuvo que inscribirme en el liceo nocturno La Colombiana Canario, en el barrio Los Cartones, en Los Mina, Santo Domingo Este.

Para mí, pasar de vivir en mi pueblo, donde todo el mundo se conoce, a residir en una ciudad desconocida, fue un cambio drástico y traumático.

Ese año escolar lo pase a empujones, incluso,  varias materias las pasé en exámenes extraordinarios.

En el segundo año del bachillerato, mi tío en inscribió en el liceo en el liceo Ramón Emilio Jiménez. Cursando el tercer año, conocí al padre de mis hijos y en las vacaciones de verano me casé con él.

En ese momento inicia otra etapa de mi vida. Casada, gracias a Dios, seguí los estudios en el liceo  y me inscribí en la universidad.

A los 20 años quedé embarazada de mi primer hijo y tuve que parar los estudios Universitarios. Cuando el bebé tenía tres meses retorné a las clases, aprovechando las facilidades que me ofreció la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) de llevar el niño a una estancia infantil en las horas de clases.

Segunda etapa

Cuando el niño tiene 2 años,  quedé embarazada nuevamente y paro otra vez los estudios de manera indefinida.

Aquí  inicia otra segunda etapa de mi vida, pues me embargó la inestabilidad económica,  con muchas precariedades, sin tener  ninguna  ayuda de mi familia, porque estaban muy lejos.

La convivencia con mi pareja era muy difícil de sobrellevar, porque él era  muy controlador y manipulador. Tenía que aprobar lo que todo lo que   hacía, hasta para cambiarme el color de mi cabello.

Después de un tiempo, retorné a la Universidad. En ocasiones cursaba una materia por semestre y en otras dos, cuando la situación económica lo permitía.

He caminado a pie por no tener veinticinco pesos para el pasaje. He retirado materias por no tener el dinero  para comprar el material de apoyo de las materias. Me enfermaba para que me pongan una excusa  por no tener el  pasaje para ir clases. En algunos días llegaba a la casa con temblores por causa del hombre, porque no tenía dinero ni para comprar una botella de agua en la universidad.

El Comedor Universitario fue mi mejor restaurante durante varios años’’.

Tercera etapa de mi vida

En esta tercera etapa me divorcié de mi pareja. Luego de tres años 3 años divorciada y  viviendo con mis dos hijos, la situación económica se agravó, porque de los niños me castigaba económicamente, hecho que me provocó una fuerte depresión.

Tiempo de Superación

Hoy soy una mujer fuerte, porque  la vida me enseñó a superar cada una de esas etapas, tengo trabajo, estoy terminando mi carrera y soy una roca fuerte que no cualquier cosa la derrumba.

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