El presidente Luis Abinader desarrolla un modelo de agenda en su gobierno, con tintes similares a los que implantaron mandatarios dominicanos que fueron seducidos por la reelección presidencial en más de medio siglo de democracia.
Al igual que la mayoría de esos presidentes, Abinader paró en seco el 14 de abril, por dos años, los pronunciamientos sobre la reelección presidencial en el oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM), donde los estatutos la prohíben, pero no así la Constitución.
No obstante, el histrionismo de su figura se ha dimensionado en la actual coyuntura. “Llegará su momento de nosotros evaluar esa posibilidad… Ahora mismo, como está esta pandemia, la situación como está, hablar de política, no de reelección, sino hablar de política, es un desatino”, ha evadido el presidente Abinader cada vez que le han cuestionado en diferentes escenarios.
Hipólito lo apoya
A su favor, el jefe de Estado conserva un partido sin divisiones internas significativas, como las enfrentadas por otras organizaciones políticas en las últimas dos décadas. Desde ya el mandatario parece contar con el beneplácito del expresidente Hipólito Mejía, su principal oponente interno desde que fundaron el PRM en 2014.
En efecto, ya Mejía favoreció, tras asegurar que no va más, modificar los estatutos del PRM, para permitir que el gobernante busque un segundo mandato en 2024. “Si las elecciones se realizaran ahora, Abinader ganaría 60 a 10, pero esa será una decisión que Luis tomará a su debido tiempo”, reflexionó el 10 de junio el expresidente Mejía (2000-2004), quien fracasó en un intento de reelección.
Es un secreto a voces que en el PRM existe un movimiento a favor de la reelección de Abinader, que comenzó a estructurar los equipos de trabajo en cada provincia, sin que los propiciadores encuentren resistencia alguna.
La comunicación del mandatario al presidente del partido, José Ignacio Paliza, que además es ministro administrativo de la Presidencia, no solo buscaba aplazar por dos años la discusión del tema de la reelección en medio de la pandemia, sino que representó un bálsamo para evitar que las pasiones salieran de control alegando cuestiones de principio y límites estatutarios.
La dirigencia del PRM se las había ingeniado para no exigir el informe a la comisión especial designada para modificar los estatutos, y adaptarlos a la Constitución, lo cual contempla como punto principal quitar el artículo de la no reelección por el de la reelección presidencial en dos períodos consecutivos y nunca más.
Pero también la situación entrañaba cuestiones de indisciplina, ya que los estatutos prohíben de manera taxativa realizar proselitismo interno cuando no hay abiertos procesos de convención con esos fines.
Se advierte, entonces, que cuando se incluya el tema de la reelección presidencial ya estarían atados todos los cabos de los seguidores de Abinader y la convención podría considerarse una aclamación, si se enfrenta a presuntos precandidatos como Ramón Alburquerque y Guido Gómez Mazara.
Lo ven con ojeriza
También el hiperpersonalismo de Abinader es visto con ojeriza por dirigentes de su partido y los de oposición con aspiraciones presidenciales que avizoran los privilegios políticos que otorga el gobierno cuando comience el Armagedón
El jefe de Estado al iniciar su mandato el 16 de agosto de 2020 se lanzó literalmente a las calles en medio de la pandemia, para enfrentar la crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19. Cuando las circunsacias se lo permitieron inició un extensivo programa de inauguraciones y anuncios de construcción de nuevas obras del gobierno y del sector privado, que cada día se intensifican.
Conjuntamente, Abinader encabeza encuentros oficiales en todo el país con promesas al granel, y es el principal atractivo de la publicidad oficial, con una andanada de discursos incluidos.
Además se reúne en diversas provincias y en el Palacio Nacional con líderes comunitarios y juntas de vecinos para escuchar las necesidades de cada comunidad y buscar soluciones inmediatas.
Con frecuencia inusitada el jefe de Estado se confunde con la concurrencia en los actos a que asiste, enviando señales populistas de cercanía, y no descuida el momento para reunir a la dirigencia nacional y local del PRM.
Modelos reeleccionistas
Un gran número de estas actuaciones del Presidente del Cambio se comparan con los modelos populistas y clientelares adoptados por los expresidentes Joaquín Balaguer, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina cada vez que aspiraron a retener el poder desde 1970.
En esta etapa se considera a Balaguer como el padre de la reelección presidencial consecutiva, del populismo y el asistencialismo. Gobernó en dos períodos diferentes (1966-1978 y 1986-1996)
En los 12 años de su primer gobierno el Partido Reformista (PR) se dividió cuando Balaguer optó por la reelección en 1970, se creó la Cruzada de Amor, que ofrecía toda clase de servicio social a sectores pobres.
Se inició un amplio programa de construcción de obras en todo el país, que Balaguer inauguraba cada día, cada semana, cada mes, cada año, en medio de discursos y ruedas de prensa. La oposición llegó a llamarlo gobierno de varilla y cemento.
Después de perder las elecciones en 1978 en medio una despiadada represión y persecusión política, Balaguer volvió al poder en 1986. En esa década se intensificó la inauguración de obras, los programas asistencialistas y tuvo que sortear agudas crisis económicas y políticas en 1990, y 1994 cuando se prohibió la reelección consecutiva y se acortó dos años al período presidencial de Balaguer.
Leonel Fernández triunfó en las elecciones de 1996 como candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Su gobierno enfrentó una difícil situación, que se agravó tras el triunfo en las elecciones legislativas y municipales por su rival Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Fernández (1996-2000) se vio precisado a crear el asistencialista Programa de Empleo Mínimo Eventual (PEME), que terminaría en los tribunales.
En las elecciones del 2000 Hipólito Mejía y el PRD derrotaron al PLD y a Danilo Medina. Pero Mejía cayó también en una profunda crisis política y financiera luego de propiciar una reforma a la Constitución para restablecer la reelección consecutiva. El PRD se dividió y no ha vuelto más al poder.
Desde 2004 empezaría el período de los 16 años del PLD, con Fernández (2004-2012), y Medina (2012.2020), quienes instauraron gobiernos populistas, en los que se contruyeron megaobras y diversos programas asistencialistas para los sectores pobres.
La reelección no consecutiva aprobada en la Constitución de 2010 volvió a causar profundos conflictos y la división del PLD, cuando en 2015 se volvió a modificar la Carta Magna para permitir la reelección de Medina, y otro intento fallido en 2019.