Los Juegos Paralímpicos de verano se han convertido en el segundo evento multideportivo más importante del mundo, sólo superado en cifras por los propios Olímpicos.
En los que se están desarrollando justo estos días participan nada menos que 4,400 atletas de 166 países, más las delegaciones de los refugiados y los neutrales; y se desarrollarán 549 eventos con medallas en hasta 22 deportes distintos. Antes de empezar las competiciones se habían vendido dos millones de entradas a espectadores de 144 países.
La ceremonia de inauguración de los Paralímpicos de París se retransmitió para 300 millones de espectadores. Aunque no tenemos todavía las cifras de audiencia acumulada, que, lógicamente, se conocerán al final del evento, el Comité Paralímpico Internacional (IPC por sus siglas en inglés) estima que hasta 225 titulares de derechos de emisión (cadenas de televisión y radio), páginas web, plataformas digitales y de audio y redes sociales cubrirán los Juegos, aprovechando las más de 1,450 horas de cobertura en vivo que producirá Olympic Broadcasting Services (OBS). Para el evento se han acreditado más de 2,200 periodistas.
Si a esto le unimos el acuerdo al que se ha llegado con YouTube y TikTok para la transmisión en directo de los eventos, no es de extrañar que prácticamente toda la población mundial pueda seguir, si lo desea, las competiciones. En todo caso, el IPC espera que París 2024 supere la audiencia acumulada de 4,100 millones de personas que sintonizaron los Paralímpicos de Tokio 2020 y Río 2016.
Los datos de España, que ocupa el duodécimo puesto del medallero internacional, no son menores. La delegación de París incluye 150 atletas (139 de ellos con discapacidad y 11 de apoyo: guías de atletismo y triatlón y timonel de remo) que participarán en 16 deportes distintos. Según el Comité Paralímpico Español (CPE) la expedición moviliza 17.8 toneladas de equipaje para esta edición de los Juegos.
Y, a la espera de los datos definitivos de la audiencia de París 2024, los de Tokio reunieron, en directo o en diferido, a 10,83 millones de espectadores en RTVE.
El gran escaparate que ha transformado la imagen de la discapacidad
Desde sus inicios como una pequeña competición para veteranos de la II Guerra Mundial con lesiones medulares organizada por Ludwig Guttmang en 1948 en la localidad inglesa de Stock Mandeville y, en concreto, desde su primera celebración oficial como Paralímpicos en Roma en 1960, en los que participaron 400 atletas de 23 países, los Juegos no han parado de crecer cuantitativamente y, sobre todo, cualitativamente.
De hecho, el movimiento paralímpico se ha convertido en el mayor exponente y, en realidad, en el motor fundamental de la trasformación de la imagen social de la discapacidad en todo el mundo. Porque, si bien es cierto que las personas con discapacidad y sus representantes habían conseguido grandes avances en este sentido durante las últimas décadas del pasado siglo, sólo este movimiento ha conseguido proyectarlas en su auténtico potencial y de una manera tan indiscutible y universal.
Los Juegos muestran a las personas con discapacidad no como las excentricidades de La parada de los monstruos (1932) por las que debemos sentir miedo, rechazo o pena, ni como fenómenos extraordinarios a los que debemos admirar y cuidar, como ocurre con Rain Man, por ejemplo, sino como personalidades poderosas que, como el resto de los atletas de élite, afrontan sus dificultades con decisión y coraje. Como ellos, pueden o no alcanzar sus objetivos, pero se esfuerzan al máximo para conseguirlos.
Durante los Juegos, vemos a atletas con grandes amputaciones nadar, correr o saltar como nunca podríamos hacerlo nosotros, vemos a deportistas ciegos jugar al fútbol, vemos a los más habilidosos y fuertes jugadores de baloncesto o tenis en silla de ruedas. Disfrutamos en vivo el espectáculo de la superación.
Pero los Juegos Paralímpicos han conseguido que nos olvidemos de esas amputaciones y de esas sillas y que nos centremos en la emoción que nos produce la competición. Y ese es su gran logro: que captemos a los atletas con discapacidad como atletas, sin apellidos, que nos alegremos de sus triunfos y nos entristezcan sus derrotas, como ocurre con cualquier compatriota en cualquier competición.