Por: Ramón Antonio Veras.
En las sociedades humanas, integradas por diferentes grupos que se diferencian entre sí por su condición económica, o ubicación de clase social, siempre está presente el antagonismo y, por tanto, intereses opuestos y opiniones públicas que se rechazan mutuamente.
Lo que una persona narra, es fruto de su nivel de conciencia con relación a los fenómenos sociales que ocurren en el ambiente donde vive, o por conocimientos acumulados, por la práctica durante los años vividos.
Cuantas veces emitimos una opinión para el público, lo hacemos conscientes de que estamos sometiendo a la aprobación o rechazo lo que planteamos, porque hay dos opiniones públicas, una estará de acuerdo y otra que discrepa.
En el curso de los últimos días, hemos elaborado varios artículos consecutivos relacionados con la familia, y los distintos segmentos que forman la misma. Al momento de llevar a efecto los escritos, jamás nos pasó por la mente hacerlos partiendo de que lo abordado ocurría por igual en todos los órganos familiares dominicanos, porque la homogeneidad es imposible, donde existe la diversidad clasista, de pensamientos y conductas.
Los trabajos a los cuales nos hemos referido llevan por título: I.) Papá y mamá, que en algo fallaron. II) Padre y madre, vigilantes. III) Debilidad de los padres, fortaleza de los descendientes. IV) El cumplimiento de los padres para con los hijos, no tiene compensación. V) Abuelas y abuelos, aislados por hijos y nietos. VI) El padre que no convive con el hijo, que no reclame apego. VII) Papá y mamá, que ayer hicieron familia, hoy desacompañados. VIII) Para abandonar a sus padres, los descendientes alegan el mal carácter.
Al tratar sobre los padres, abuelos, hijas, hijos, hermanos, nietos y la parentela en general, tomamos en cuenta situaciones de todos los días o muy frecuentes en la vida familiar de nuestro país. Sería algo insólito en un grupo de parientes, en el cual no ocurra uno cualquiera de los temas tomados en cuenta en los escritos ya aludidos.
En las publicaciones señaladas, nos referimos a la forma de proceder de los padres ante sus descendientes y viceversa. Pretendemos hacer patente lo que ocurre en la mayoría de nuestras uniones familiares. He aquí lo que procuramos evidenciar:
Los padres que hacen posible uniones matrimoniales que, finalmente, se convierten en dificultades para con la familia.
Los ascendientes que se desentienden y no se ocupan de las relaciones amorosas de sus descendientes, son responsables de las consecuencias negativas que las uniones generan en el futuro para la familia.
El cariño, la profunda ternura de los padres hacia sus hijos, les lleva a comportarse con poco vigor, no siendo enérgicos en la toma de decisiones que, finalmente, resultan perjudiciales.
El cumplimiento de los padres en sus deberes ante la prole, no le genera derecho a recibir de ella compensación económica en el porvenir.
Son muchos los ascendientes que, ya en el ocaso de su vida, son olvidados por sus descendientes.
El padre biológico, cuyo descendiente no se crio a su lado, no tiene calidad para reclamarle afectos.
Sucede con frecuencia que, descendientes que desde siempre convivieron con sus progenitores, luego les dejan desamparados.
Los hijos buscan como argumento a su favor, para aislar a sus padres, el supuesto mal carácter.
Partiendo de la sociedad en la cual vivimos, en el interior de cada familia se dan procesos muy diversos, que van desde los amorosos, pasando por los económicos, hasta llegar a conflictos afectivos.
Por más que los padres se esfuerzan por desarrollar a niños y niñas, para que sean ejemplos de civilidad, el ambiente dominicano se muestra preeminente por su elevada contaminación sistémica degradante.
Al momento de escribir sobre la familia, sus debilidades y consecuencias, no hemos querido hacer un conjunto organizado de ideas para, a la vez, especular y sacar conclusiones personales.
Lo redactado en torno a la familia, en la serie de 8 artículos, es la narración de la experiencia. Hemos delineado, por medio de la palabra escrita, lo que nos ha enseñado la práctica, compartiendo con distintas clases sociales y los más variados grupos humanos de diferentes países y continentes.
Una cosa es representar a la familia como la perfecta que quisiéramos que sea, y otra es la que nos lamentamos tener. No es lo mismo lo imaginable, que lo tangible.
Muchos padres hacen ingentes esfuerzos para tener una prole que sea modelo de perfección, pero lo que les resulta es un ejemplo de problema social. En lugar de las cualidades buenas esperadas por el padre, pueden salir las defectuosas.
El buen papá y la bonísima mamá, sueñan con la hija o el hijo estupendo, magnífico, maravilloso, en fin, él o la descendiente perfecta, pero el medio lo que le permitió formar es un espécimen totalmente distinto al esperado.
Es un gran anhelo, muy humanista, la tendencia de un padre, de su hija o hijo recibir un abrazo caluroso o escuchar una voz de aliento en un momento de angustia, pero no siempre ocurre así porque, en la generalidad de los descendientes, ha desaparecido la ternura para con sus ascendientes.
Al leer los escritos que elaboramos sobre la familia, cada órgano familiar de nuestro país debe examinar su situación, proceder con imparcialidad de juicio, amplia ecuanimidad, mucho desapasionamiento, y comprobar si en su círculo familiar ocurre o ha ocurrido algunos de los casos que hemos planteado.
La realidad es que lo que hemos expuesto con respecto a la familia en la sociedad dominicana actual, es lo que a diario apreciamos de la materialidad que estamos viviendo, comprobando y sintiendo con amargo pesar.
Tal vez, quizás lo que hemos escrito sobre la familia dominicana de hoy y su deterioro, sea una ilusión óptica, o simplemente fruto de nuestra imaginación.
El agrietamiento social dominicano, ha alcanzado a la familia, lo que advertimos con su relajamiento, sin importar los esfuerzos que hagan los padres para sembrar en la conciencia de su prole principios éticos y morales.
El amor, el respeto mutuo y el afán de los padres por la correcta formación de las hijas y los hijos, han perdido fuerza y valor ante la fortaleza que demuestran las taras sociales.
Aunque ningún extraño está llamado a conocer el fuero interno de cada familia dominicana, los notorios hábitos de mal obrar de la generalidad de sus miembros, nos permite examinar y saber de sus interioridades.
Es nuestra aspiración que llegue, más temprano que tarde, el día que en nuestro país exista una sociedad con la familia como base, en la cual sus miembros disfruten de bienestar material, y en lo espiritual cada hombre o mujer tenga fija en su conciencia las normas de la ética y la moral adaptadas a la célula familiar.