Mientras realizaba la investigación para su libro Sodoma, en el que explora las relaciones homosexuales entre miembros del Vaticano, el escritor y periodista francés Frédéric Martel no pudo evitar pensar en aquella Sodoma bíblica, la ciudad que, según los textos sagrados del cristianismo, Dios destruyó a causa de los pecados de sus habitantes.
Al día de hoy, la palabra “sodomita”, más que el gentilicio para nombrar a la persona que proviene de Sodoma, se refiere de forma peyorativa a la homosexualidad entre varones y, más precisamente, a las relaciones sexuales anales. Pero, ¿de dónde proviene esa afirmación si, en la Biblia, nunca se hace referencia a la homosexualidad en la historia de Sodoma?
En su libro En busca de Sodoma, un desprendimiento natural de su libro anterior sobre el Vaticano, Martel viajó a Jordania e Israel para recorrer el terreno y hablar con expertos para responder algunas interrogantes milenarias: ¿Existió realmente la ciudad bíblica de Sodoma? De ser así, ¿dónde se encontraba realmente? Y, tal vez lo más importante de todo, ¿a qué se debió su destrucción y consecuente desaparición?
Para erradicar la idea de que la supuesta homosexualidad de los sodomitas tuvo algo que ver con la “ira de Dios” que terminaría arrasando la ciudad y a todos sus habitantes, Martel investiga la idea sostenida por el arqueólogo Steven Collins, que trabaja hace años en el yacimiento arqueológico de Tall al-Hammam en Jordania -donde estarían los restos de la antigua Sodoma- y que asegura que la ciudad habría sido destruida por “una violenta depresión atmosférica” y no por “el azufre y el fuego”, como sostiene la Biblia.
Así empieza “En busca de Sodoma”
“Voy a trabajar aquí, a lo mejor hasta el fin de mis días”. Steven Collins es un arqueólogo al que no asusta el tiempo. Su objeto de estudio, la ciudad antigua de Sodoma, habría existido en la Edad de Bronce, hace más o menos cinco mil años: la paciencia forma parte de su oficio.
Con ropa de explorador color caqui, quintaesencial barba blanca y sombrero de cowboy, Collins es un académico norteamericano venido de Nuevo México. Cuando me lo encuentro en Tall al-Hammam, está rodeado de un enjambre de obreros y asistentes jordanos que excavan con mucho cuidado, bajo el sofocante sol, muchas veces con sus propias manos, para evitar todo tipo de deterioro.
Estamos a pocos kilómetros de Jordania, cerca de una ciudad llamada Al Kafrein, en el extremo oeste de Amman, la capital de Jordania. El lugar es bastante difícil de encontrar, pero gracias al hábil chofer y a mi researcher y traductor árabe, Abbas Saad, un libanés chiita estudiante en Beirut que hice venir conmigo a Jordania, terminamos por encontrar el sitio arqueológico. Debemos abandonar el auto al costado de la ruta, cerca de una pequeña mezquita aislada, Al-Kulafaa Al-Rachideen (la única indicación que nos dieron) y caminar trescientos metros por un largo camino de tierra y polvo. Un pequeño cartel nos indica que hemos llegado a destino: “Tall al-Hammam, Excavation Project”.
Extraños yacimientos, por cierto. Allí, la antigua ciudad de Sodoma habría sido tragada por la tierra, en la parte alta de una colina de tierra pedregosa. ¡Y qué paradoja! ¡Estamos a trescientos metros de altura y sin embargo nos encontramos doscientos metros por debajo del nivel del mar! El Mar Muerto está más o menos a diez kilómetros, y es uno de los lugares más bajos y más secos del planeta. Tall al-Hammam sigue siendo fértil y tiene buena irrigación, por la cercanía del canal King Abdallah. El río Jordán está prácticamente seco y no puede cumplir esta función. Hasta donde llega la vista: los portentosos paisajes bíblicos. Veo campos de bananos y naranjas, olivares, huertos donde cultivan dátiles, pepinos, hinojos, tomates grandes, zanahorias gigantes y, me explican, marihuana.
–Según la Biblia, Sodoma estaba situada “al este” del Jordán. Por esta razón llegué a la hipótesis –me dice Collins– de que la ciudad antigua no estaba al oeste del río, en territorio israelí, cerca de Ein Gedi, donde a veces se la sitúa, ni tampoco en la ribera oriental del Mar Muerto, ni al sur, sino en Tall al-Hammam, aquí, al norte del Mar Muerto. Las excavaciones empezaron y se ha descubierto una verdadera ciudad. Observe lo que hemos encontrado.
Steven Collins me muestra galerías, como cuevas o grutas y, recientemente exhumados, vasijas y objetos antiguos. Paseamos por el lugar, a través de numerosas excavaciones que se encuentran a intervalos de más o menos cien metros, y mientras caminamos por este terreno accidentado y pedregoso, el arqueólogo me aconseja prestar atención, porque hay escorpiones y serpientes negras particularmente venenosas que él llama simplemente “black snakes” (serpientes negras).
Para Martel, «la homosexualidad no tendría nada que ver con esta tan famosa destrucción», sino que se debió a una «violenta depresión atmosférica».
Nuestra discusión con Steven Collins está siendo bastante controlada: lo observan de cerca funcionarios de una oscura oficina de asuntos arqueológicos del gobierno jordano, y también el que hace de intérprete. El arqueólogo norteamericano está bajo estricta vigilancia.
Para Steven Collins y los arqueólogos involucrados en las excavaciones no hay duda de que el sitio de Tall al-Hammam es el candidato ideal para ubicar a Sodoma. De acuerdo con la Biblia, en el Génesis, Lot era el sobrino de Abraham (su hermano o su cuñado, dependiendo de las tradiciones). Las dos familias se habían alejado porque los rebaños habían crecido demasiado. En busca de un valle próspero para criar a sus animales, Lot se había establecido en una ciudad cerca del Mar Muerto: Sodoma. Él era, nos dice el Antiguo testamento, el único hombre “no corrompido” entre “los habitantes de Sodoma” cuyo “pecado es enorme” (la homosexualidad no es mencionada). “Los habitantes de Sodoma eran los más pérfidos y pecadores en contra de Dios”, sigue precisando la Biblia.
Dios, alertado por “el grito en contra de Sodoma”, pretende destruir la ciudad para castigar el vicio de sus habitantes, nombrados justamente “los sodomitas”. Dos ángeles son enviados para comprobar la verdad de “los pecados”. El comportamiento de Lot, que demuestra su hospitalidad con los ángeles, es ejemplar, mientras que los habitantes de Sodoma pretenden “conocer” a los enviados de Dios (la palabra es ambigua, puede tener una connotación sexual, incluso significar “violar”, pero en todo caso la homosexualidad no es mencionada en el texto sagrado). Dios, en razón de la moralidad de Lot y de su hospitalidad, decide salvarlo. Le ordena huir con su mujer y sus dos hijas vírgenes y será salvado si cumple la condición de nunca darse vuelta. A la mañana, Sodoma es destruida “bajo el azufre y el fuego”, al igual que todos sus habitantes: la misma suerte se le depara a la ciudad vecina, Gomorra, pero la Biblia no nos dice por qué.
Pero, ¡ay!, la mujer de Lot, que se ha dado vuelta mientras huía, para mirar el castigo de Dios, es transformada de inmediato en una estatua de sal (una metáfora, se supone, para prohibir el regreso a un modo de vida antiguo, pero la homosexualidad no se menciona). Al día siguiente, Lot se refugia en la ciudad vecina de Zoar (hoy en día Safi), antes de establecerse con sus dos hijas en una gruta cercana. A continuación ocurre la célebre escena del incesto, donde a falta de hombres, para mantener el linaje, las hijas de Lot emborrachan al padre con vino y se acuestan con él sin que él lo advierta. Conciben y dan a luz a dos hijos, Moab y Amón, ancestros de dos tribus principales de la región, los moabitas y los amonitas.
Esta historia bíblica es compartida por cristianos (que consideran a Lot como uno de los patriarcas), los musulmanes (que consideran a Lot como un profeta y le han dado al Mar Muerto el nombre “Bahr-Lut”, o “el mar de Lot”) y los judíos (que a la inversa, lo consideran un símbolo del hombre pecador). Retomado y con frecuencia adaptado por escritores y artistas, este relato aparece en numerosas obras de Rembrandt, Rubens (de quien se ha redescubierto recientemente Lot y sus hijas), Durero y Veronese, pero también, por ejemplo, aparece en Sodoma y Gomorra, de Marcel Proust. Las palabras “sodomía”, “sodomizar” y “sodomitas” son productos directos de este relato bíblico, pero adquirieron el sentido que les asignamos hoy muchos siglos después de la escritura de la Biblia.
El yacimiento arqueológico de Tall al-Hammam sería, para el arqueólogo Steven Collins y su equipo, la antigua Sodoma. Sin embargo, la ciudad no habría sido destruida, como se indica en el Génesis, por “el azufre y el fuego” de la venganza divina, sino, según Collins, por “una violenta depresión atmosférica”. En cualquier caso, la homosexualidad no tendría nada que ver con esta tan famosa destrucción.