Por Ramón Antonio Veras.
Por más que el poder imperial y las minorías nacionales apátridas se interesan por frenar el curso de la historia y los cambios sociales, se impone el deseo de progreso de los hombres y mujeres que procuran una real variación del actual orden establecido que descansa sobre la base de la injusticia.
Un sistema social inicuo pretende que los oprimidos de la tierra permanezcan en estado de marginación social, pero ellos se levantan con bríos demostrando que una virazón social no solamente es necesaria, sino también posible, siempre y cuando se pongan en tensión las clases y capas sociales comprometidas con la renovación de las arcaicas estructuras.
Las masas populares latinoamericanas y caribeñas se hacen sentir cuantas veces los halcones de Washington, y sus acólitos gobiernos peleles, deciden desconocer su voluntad política de sacudirse y dar un giro para el progreso dejando atrás el pasado de oprobio y desvergüenza.
Tarde o temprano; pronto o lento; por la vía pacífica o violenta, poco importa. De lo que sí estamos seguros es que las transformaciones económicas, políticas y sociales se van a producir por el empuje, la decisión de las fuerzas motrices llamadas, dentro del sistema, a cumplir su misión histórica liberadora, en alianza con todos los grupos humanos lesionados por un modelo económico ya añejo.
El imperio norteamericano, por medio de sus mecanismos de penetración ideológica, encabezados por los medios de comunicación encargados de transmitir los mensajes venenosos y organismos como la inservible OEA, quiso confundir a la opinión pública a nivel mundial de que Evo Morales, en Bolivia había ganado con fraude y que, por tanto, había que derrocarlo mediante el puchismo militar.
Pero el pueblo boliviano se impuso y estableció la verdad de que ciertamente había elegido a Evo Morales, en un proceso electoral auténtico, cargado de fidelidad, y ausente de falsedad, trampa o fraude.
Los pueblos con su inteligencia natural se colocan por encima de aquellos que lo subestiman en el accionar político, y cuantas veces se hace necesario exhiben su dominio de la realidad política confirmando lo verosímil, lo cierto, como acaba de ocurrir en Bolivia
El mundo democrático está de fiesta por el triunfo de la organización Movimiento al Socialismo. Los derrotados fueron los grupos que a nivel internacional se oponen al progreso, a la independencia y a la autodeterminación de los pueblos. Es de desear que el MAS, con el respaldo de las masas siga el camino que comenzó a transitar bajo la administración de Evo Morales, que dio inicio a cambios económicos y sociales en provecho de las grandes mayorías bolivianas.
Derrotados resultaron en las elecciones de Bolivia, el imperio, la OEA, Almagro, los grupos extranjeros dañinos y la prensa confabulada con el oscurantismo y el fascismo de nuevo tipo.
El imperio juega con cartas marcadas, por lo que hay que estar alerta, ya que es muy posible que ante la contundente victoria del pueblo por medio del MAS, los intereses monopolistas armamentistas, farmacéuticos y en general los halcones del Pentágono, quieran borrar el triunfo popular, limitar el poder de decisión o mantener la desestabilización mediante la guerra de baja intensidad, ya aplicada a Cuba, a Chile con Allende, a la Nicaragua sandinista y a la Venezuela de Bolívar y Chávez.
Las operaciones arteras son muy propias del imperio, las cuales ha ejecutado contra gobiernos democráticos, comenzando en Guatemala contra Jacobo Arbenz y continuando con Juan Bosch, Torrijos, Caamaño, Torres y Allende, hasta Zelaya, Vilma, Lula y Correa.
Por muy contundente que haya sido el triunfo del pueblo boliviano en las urnas, el domingo 20 de octubre de 2020, jamás del imperio, la OEA y sus nefastos aliados en el Grupo de Lima y la Unión Europea, van a dar demostración de nobleza, enseñar lealtad ni ser sinceros.