Desde hace tiempo la guerra entre Rusia y Ucrania ocupa las primeras planas y la lucha la información se ha transformado en parte central de la misma.
La contienda se libra en el campo de batalla pero también en los medios, la propaganda, el relato ficcional con ciertos fines, lo que trae a la memoria otra guerra que tuvo Rusia.
Esa guerra o los relatos de ella terminarían formando parte de la nosología de los cuadros psiquiátricos, y dentro de ellos de una forma muy perversa de violencia, quizás la continuación de la matriz de los horrores de toda guerra, que dio origen indirectamente al nombre de un cuadro psiquiátrico.
En esa guerra turco-rusa que se libró entre 1735/9, un noble se haría famoso, por los cuentos a veces increíbles que relataba sobre sus supuestas hazañas, entre ellas haber hecho viajes espaciales o haber estado dentro de una ballena.
Lo fantástico de los relatos del noble Hieronymus Friedrich, hizo que un escritor Rudolf Raspe publicara un libro: Las sorprendentes aventuras del Barón Münchausen, ya que en realidad Hieronymus era Barón de esa localidad alemana (Hieronymus Karl Friedrich Freiherr Von Münchhausen era el nombre completo).
Quedó en la historia como sinónimo de relatos ficticios poco creíbles y eso llevó a que en medicina a personas que presentaban ciertos cuadros extraños, inexistentes o autoinfligidos de alguna manera, se los llamara síndrome de Munchausen, sin un “h” que ya había perdido en la traducción inglesa del libro de Raspe.
Las personas que padecen el trastorno llegan muy lejos para ocultar el engaño, por lo que puede ser difícil darse cuenta de que en realidad sus síntomas forman parte de un trastorno mental grave (Gettyimages)
El cuadro en la clasificación de uso corriente actual, el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades) o en la Organización Mundial de la Salud (ICD/CIE), pasó a llamarse desordenes facticios, un cuadro que entra dentro de los trastornos somáticos, categoría dentro de la cual está la ansiedad referida a la salud, de la cual hemos hablado, o los trastornos por conversión (la antigua histeria de conversión).
Cómo se manifiesta
Los síntomas del síndrome están relacionados con la simulación o producción de enfermedades o lesiones, la exageración de síntomas, aparentar discapacidades, buscando engañar a otras personas. En la mayoría de estos cuadros autoinfligidos no está clara la recompensa concreta buscada, más que en principio la de llamar la atención. El problema es que de alguna manera las personas afectadas llegan a situaciones en el borde de las psicosis ya que se pueden autolesionar, o inducir graves perjuicios en base a, por ejemplo, sustancias o seudomedicinas que ingieren.
Una situación bastante nombrada por la literatura reciente fue el aumento de casos durante la pandemia de personas que se sometían a tratamientos extraños y peligrosos ingresando a unidades de cuidado intensivo, pero sin revelar lo que habían hecho o consumido.
Las personas que padecen el trastorno llegan muy lejos para ocultar el engaño, por lo que puede ser difícil darse cuenta de que en realidad sus síntomas forman parte de un trastorno mental grave. Continúan con el engaño, incluso sin recibir ningún beneficio o recompensa evidente, aun cuando se enfrentan con pruebas objetivas que no respaldan sus dichos.
«Muy frecuentemente el niño es llevado a la guardia del hospital con múltiples lesiones cortantes y/o traumatológicas y la explicación es haberse resbalado o caído, pero el patrón de lesiones no corresponde con la mecánica sugerida», explicó el doctor Enrique De Rosa Alabaster (Gettyimages)
Los síntomas que presentan son (como los cuentos del Barón) extraños, difusos y habitualmente contradictorios. La terapéutica aconsejada por los profesionales genera supuestas peorías clínicas que no están relacionadas siquiera con efectos adversos conocidos. Eso los lleva a múltiples consultas en diferentes lugares e interconsultas, sin revelar que se encuentran en tratamiento (muy frecuente en psiquiatría), incluso usando un nombre falso.
No se puede acceder a contacto con familiares, y en muchos casos hacen abandono de tratamiento, generando situaciones conflictivas acusando al personal de salud.
En el caso del facticio, o ficticio, o Munchausen autoimpuesto, es clara una alteración psiquiátrica grave y potencialmente peligrosa que pone en riesgo la vida de las personas.
Hay, sin embargo, una segunda modalidad mucho más peligrosa, y que lamentablemente tenemos presente todos por el caso de Lucio Dupuy. En esta modalidad anteriormente conocida como Munchausen por proximidad (Munchausen by proxy), hoy “Trastornos Facticios (inducidos) por otros”, los síntomas ya no pueden ser en general inexistentes sino que son efectivamente generados mediante todo tipo de modalidades de agresiones, desde traumatológicas, a heridas, que el cuidador dirá que el menor se autoinflige, o cuadros de intoxicación etc.
Este síndrome es una alteración psiquiátrica grave y potencialmente peligrosa que pone en riesgo la vida de las personas (Gettyimages)
Al igual que el autoinducido, el relato no tiene congruencia clínica, es decir no corresponde a lo esperable en cuanto al cuadro o la supuesta causa referida, la evolución es también extraña, anómala, la respuesta a la terapéutica indicada provoca resultados perjudiciales que se adjudican al médico, pero en realidad no solo no han sido seguidas sino se introdujo otro factor (por ejemplo, en lugar de administrar un antibiótico indicado, dar una solución con supuestas propiedades milagrosas) etc.
En particular, las explicaciones son poco creíbles. En realidad, este síndrome es una forma de maltrato infantil. Muy frecuentemente el niño es llevado a la guardia del hospital con múltiples lesiones cortantes y/o traumatológicas y la explicación es haberse resbalado o caído, pero el patrón de lesiones no corresponde con la mecánica sugerida.
La novela literaria y las aventuras del Barón de Munchausen eran una fantasía, una comedia, pero en cuanto al síndrome que lleva su nombre es un cuadro de extrema peligrosidad, como decíamos con riesgo de vida, tanto esto en las formas autoimpuestas como en particular las impuestas a un menor, lamentablemente, hoy más frecuentes.
La capacidad de poder detectar tempranamente el cuadro en ambos casos implica la prevención de una secuela que puede ser irreversible y es de suma importancia que no solo el personal en salud esté alerta ante estos casos, sino como en el caso de Lucio, todos los que podemos estar en el camino de una víctima de este tipo de violencia.