Por Milton Olivo
El drama o tragedia del pueblo haitiano es un tema que ha suscitado innumerables debates y preocupaciones en la República Dominicana, y es evidente que la comunidad internacional, incluyendo países como Canadá, Estados Unidos y Francia, han mostrado un desinterés significativo por la situación en Haití.
Sus acciones, a menudo percibidas como de real indiferencia, pueden entenderse desde una perspectiva pragmática: el problema haitiano no es su problema.
Entonces, ¿de quién es el problema? La respuesta es clara: del principal afectado. Que es la República Dominicana.
La crisis en Haití no solo repercute en territorio dominicana, sino que también impacta directamente en la estabilidad y seguridad de la nación dominicana por la oleada de indocumentados que inunda nuestro territorio.
Por ende, surge la pregunta: ¿quién debe asumir las medidas necesarias para mitigar este problema? La responsabilidad recae en el más perjudicado por esa situación, por tanto es un problema que deben asumirlo como propio, las autoridades dominicanas.
A lo largo de la historia, solo figuras como Rafael Trujillo han tenido una visión clara sobre la necesidad de enfrentar este desafío de manera proactiva.
Los dominicanos están llamados a defender sus intereses nacionales y a buscar soluciones efectivas a la crisis haitiana, en lugar de esperar que la comunidad internacional actúe.
Este enfoque plantea un dilema ético y práctico: ¿hasta qué punto es prudente seguir solicitando ayuda internacional cuando somos nosotros los más perjudicados? La lógica sugiere que, en lugar de depender de otros, debemos los dominicanos buscar soluciones dentro de nuestras propias capacidades.
Ahora bien, ¿cuál es la solución? Personalmente, considero que Haití necesita una serie de medidas fundamentales para estabilizar su situación. Primero, es esencial desarmar los grupos insurgentes que perpetúan la violencia y la inestabilidad.
Segundo, se requiere el establecimiento de un gobierno que pueda mantener el orden y la paz social.
Además, una reforma agraria que divida la tierra de manera equitativa entre las familias haitianas es crucial para asegurar su subsistencia y fomentar un desarrollo sostenible.
Estas acciones son vitales y, aunque deben ser implementadas por las autoridades haitianas, el contexto en el que se encuentran es imposible para ellos, lo que hace que la República Dominicana (clase política y FFAA, tengan un papel crucial.
Al actuar de manera coordinada y proactiva, no solo se puede ayudar a contener la crisis dentro de las fronteras haitianas, sino que también se facilita la repatriación de aquellos que residen irregularmente en nuestro territorio.
En conclusión, es imperativo que la República Dominicana asuma el rol activo que la circunstancia demanda en la búsqueda de soluciones al problema haitiano.
La historia y la geografía nos han colocado en una posición única y, aunque la responsabilidad puede parecer pesada, es a través de este compromiso que se puede aspirar a una convivencia pacífica y mutuamente beneficiosa en la isla y la región.