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Cuando la naturaleza premia el canibalismo

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Una mantis, fotografiada en Ucrania.
Una mantis, fotografiada en Ucrania.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Las larvas de la mosca del vinagre se alimentan de materia vegetal en descomposición, pero si las dejas sin comida, abandonan la dieta vegetariana y se pasan al canibalismo. Este nuevo estilo de vida no es fácil para un insecto que no está a priori adaptado para ser un depredador. Romper la dura cutícula de un insecto y penetrar en su interior requiere una dentadura bastante poderosa. Por eso, para cuando alcanzan el tercer y último estado larvario, aquellas que han estado alimentándose de sus compañeras tienen un 20% más de dientes que las herbívoras, lo que las convierte en supercaníbales. Al parecer, todas las larvas tienen desde el principio un caníbal potencial dentro preparado para salir si es necesario. Un último as bajo la manga.

Los supercaníbales no se dan solo en los invertebrados, sino también entre los anfibios. Los renacuajos de la salamandra tigre se alimentan normalmente de pequeños invertebrados acuáticos, pero pueden desarrollar una forma con la cabeza más grande y dentada que es caníbal. Un estudio demostró que es necesario que se produzca roce físico entre estos renacuajos para que se desarrollen los caníbales. Estas condiciones se dan cuando los renacuajos crecen en un espacio con una densidad elevada de individuos. Pero, si tanto las larvas de mosca como los renacuajos tienen la capacidad potencial de volverse supercaníbales, ¿por qué no lo hacen siempre?

Para cualquier animal, el canibalismo no suele ser la primera opción. Comerse a alguien de tu misma especie conlleva varios riesgos. Para empezar, la transmisión de enfermedades. Los patógenos como parásitos o virus tienen sus especies favoritas, así que si un caníbal se come a un compañero infectado, lo más fácil es que se contagie. En cambio, es menos frecuente que los patógenos pasen de unas especies a otras. Recordemos el ejemplo de la enfermedad de las vacas locas, causada por una proteína infecciosa que daña el cerebro de estos bóvidos. Los piensos que se usaban como alimento se preparaban utilizando restos de animales, incluidas vacas y ovejas. Las vacas estaban comiendo vacas infectadas.

Cuando una población de animales crece más de la cuenta y es insostenible, el canibalismo puede ser una adaptación para sobrevivir

Los enfrentamientos en la naturaleza entre animales de la misma especie son frecuentes, pero rara vez terminan en muerte. Para los participantes en un duelo, es demasiado arriesgado llegar tan lejos. Sin embargo, cuando el objetivo último es comerse al rival, el combate inevitablemente tiene que llegar hasta el final. Jay Rosenheim, un entomólogo de la Universidad de California, cuenta en un artículo para la revista Science que una vez observó a dos mantis religiosas hembras teniendo un combate. Vio cómo una hembra se comía la pierna de la otra, pero de alguna manera la lisiada consiguió vencer y acabó matando a su agresora.

Por último, es posible que un caníbal se acabe comiendo por error a sus familiares o incluso a sus hijos, lo que no es ideal para la transmisión de los genes. Existe una especie de chinche, Geocoris pallens, cuyas hembras no son capaces de diferenciar entre sus propios huevos y los ajenos. En un experimento, unos científicos prepararon recipientes divididos por la mitad por una redecilla. En un lado colocaban una chinche solitaria y el otro lo dejaban vacío o ponían más chinches hembras. Con la red dividiendo la placa, la chinche solitaria no podía mezclarse con el resto, pero sí detectar su presencia. Permanecieron 24 horas en los recipientes, tiempo suficiente para poner huevos. Cuando la chinche solitaria no detectaba otras hembras, no se comía prácticamente ningún huevo, pero solo con que hubiera una chinche al otro lado, llegaba a canibalizar más del 30% de su descendencia. La mera detección de otras hembras activaba la ingesta de huevos porque, supuestamente, si hay otras hembras alrededor baja la probabilidad de consumir la propia puesta.

Control de hambre y de poblaciones

Todas estas desventajas mantienen la balanza en contra del canibalismo, pero en determinadas circunstancias, asumir ciertos riesgos puede merecer la pena y la balanza se inclina para el otro lado. Como hemos visto con las larvas de la mosca del vinagre, estar muerto de hambre ayuda bastante. Lo mismo les ocurre a las larvas de otro insecto. En un estudio, unos científicos de la Universidad de Tanta, en Egipto, descubrieron que la octopamina desencadenaba el canibalismo en las larvas de mosquito. Esta es una hormona involucrada en el control del hambre y de la agresividad. Cuando los científicos se la administraban a las larvas, las convertían en caníbales. Por el contrario, si bloqueaban los receptores de la octopamina en su cerebro, los científicos conseguían eliminar este comportamiento.

Algunos seres vivos, que se ven beneficiados por el canibalismo ajeno, lo promueven activamente para que la balanza se incline a su favor. Hay plantas, como la del tomate, que ante una amenaza modifican la química de sus hojas, haciendo que pierdan calidad nutritiva. Como consecuencia, las orugas que se alimentan de ellas empiezan a comerse entre sí y el huerto se llena de caníbales, que además se transmiten más enfermedades. Así, la planta del tomate consigue controlar la población de orugas y conservar mucha más cantidad de sus hojas.

Desde un punto de vista humano, el canibalismo parece un comportamiento aberrante e inmoral, pero en la naturaleza es necesario porque contribuye al equilibrio de los ecosistemas. Esto es lo que defiende una revisión publicada recientemente en la revista Science. Cuando una población de animales crece más de la cuenta y la alta densidad de sus individuos es insostenible, el canibalismo puede ser una adaptación más de las especies para sobrevivir. Mejor comerse entre sí que acabar todos muertos de hambre. Por tanto, los ecólogos ven el canibalismo como una fuerza reguladora y sanadora.

Algunos científicos incluso proponen que puede haber casos de animales en los que comerse a parte de su propia descendencia es un tipo de cuidado parental. Por ejemplo, hay peces que viven en un estanque pequeño. Podría pasar que, al nacer todas las crías, no hubiese suficiente oxígeno para todos y murieran asfixiados. Comiéndose unos cuantos huevos antes de que eclosionen, los progenitores evitan la catástrofe. Lo que en principio podría parecer una paradoja, cobra sentido a los ojos de la evolución y la supervivencia. La naturaleza no es ni bondadosa ni cruel, simplemente existe, que no es poco.

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Laura Camón

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