Mindfulness es una práctica en la cual la persona se centra intencionalmente en el momento actual, de un modo activo, procurando no juzgar ni valorar lo que siente o percibe en cada momento.
Esta actividad brinda recursos que se aprenden vivencialmente y permiten sobrellevar con efectividad situaciones de enfermedad o dolor. Cuando somos conscientes a cada instante de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo, estamos practicando esta innovadora técnica que nos permite disfrutar más de cada momento.
No se trata de analizar el pasado o el futuro ni de detenernos en pensamientos fabulosos o emociones negativas, sino de registrar las sensaciones del presente clarificando hábitos mentales arraigados, que se producen automáticamente, ya sea desde el «estar haciendo» como desde el «no hacer». Mindfulness es una capacidad humana universal y básica. Al respecto, la licenciada Marina Lisenberg, especialista en esta práctica, señala que «es una forma de ser y de estar en el mundo. Se desarrolla con compromiso, dedicación y entrenamiento, y se transmite vivencialmente».
Al practicar mindfulness, la experiencia se acepta tal y como es, de forma natural: ya sea positiva o negativa, agradable o desagradable; como un observador que abre su mente y analiza lo que hay en ella, sin valorar ni juzgar, sin decir «esto está bien», «esto está mal», «esto es horrible», «esto es maravilloso»… No se trata de invalidar lo que se siente, sino de aprender a dimensionarlo, a posicionarse en un lugar que permita elegir cómo responder, en lugar de reaccionar automáticamente.
Las cosas como son
Aceptar cada situación implica una no elección consciente respecto de la experiencia sensible; es decir, no se puede controlar la experiencia, pero sí podemos elegir cómo queremos responder ante las emociones que se nos presentan. En lugar de reaccionar, podemos elegir una forma asertiva de responder a ellas.
Esto implica que se ponen en acción la intención y la decisión de estar atentos: es una elección constante. Por ejemplo, si mi hijo está haciendo un berrinche, puedo elegir cómo responder y encauzar mis emociones, esto es, quién soy yo frente aquello que siento. La mayor parte del tiempo, nuestra mente va y viene incesantemente entre el pasado y el futuro, aferrándose o bloqueando lo que vive en un momento determinado.
Es poco el tiempo en que la mente se enfoca en el momento actual, por lo cual nuestra atención es lábil y alternante. La práctica de mindfulness consiste en sostener la atención a cada instante para aclarar pensamientos, emociones y circuitos cognitivos automatizados. Esta técnica favorece la regulación cerebral, y tiene influencia fisiológica y psicológica en variables relacionadas con el bienestar: nos entrena la mente para hacernos sentir mejor.
«Al llevar esta práctica a la vida cotidiana, al mundo laboral o al de las relaciones en general, contribuimos a relacionarnos con la realidad en que vivimos de forma diferente, ya que recuperamos la capacidad de estar presentes, incrementando nuestro bienestar y cultivando un mejor equilibrio de nuestra salud mental y física», agrega la licenciada Lisenberg.
Mindfulness es un abordaje complementario, que forma parte de lo que hoy en día conocemos como medicina integrativa, ya que «toda enfermedad existe en la triple forma de cuerpo, mente y espíritu. No existe una enfermedad que afecte sólo una parte sin provocar alteraciones en las otras dos», según asegura la licenciada Susi Reich, presidenta de la AAMI (Asociación Argentina de Medicina Integrativa). Es así como esta práctica, complementaria del tratamiento médico-psicológico, tiene por objetivo asistir al paciente involucrándose en forma activa en el cuidado de su salud, tanto física como mental.
¿Cuáles son los beneficios?
– Aprender a relacionarse favorablemente con el estrés actual, cuidando el bienestar y la salud.
– Ganar efectividad en el manejo de situaciones estresantes (a corto, mediano y largo plazo).
– Incrementar los niveles de claridad mental, o profundización del entendimiento de la propia vida y de las prioridades.
– Aumentar la energía, el bienestar y la estabilidad.
– Lograr una integración y equilibrio saludables entre emociones, malestares físicos y psicológicos, y vida cotidiana.
-Permitir la construcción de un balance responsable y un rol activo frente a los desafíos que encaramos en nuestra vida personal, laboral o familiar.
– Ayudar a trabajar con el dolor agudo y, en algunos casos, aprender a relacionarse con el dolor crónico.
-Facilitar el uso de recursos propios para hacer cambios favorables en hábitos de vida, y en actitudes y comportamientos ante situaciones difíciles.
Este tipo de entrenamiento es ideal para:
– Quienes manifiestan síntomas de ansiedad, fobias, ataques de pánico o incertidumbre.
– Las personas con estrés pre o post quirúrgico, o con altos niveles de estrés familiar, laboral, etc. Incluso, puede servir para quienes padecen síntomas tales como contracturas.
-Los pacientes con enfermedades o dolores crónicos, ya que pueden lograr una mejor calidad de vida.
-Todos los que padezcan trastornos de sueño, fatiga, dolores de cabeza y problemas de presión.
Fuente: Infobae