Por: Ramón Antonio Veras.
1.- Por formación personal, familiar, educativa, profesional, política e ideológica, me gusta respetar, para igual consideración merecer de quien conmigo se trata. Debemos estar conscientes de que si procedemos con insolencia, no podemos esperar actitud de deferencia, porque la desatención trae grosería, no elegancia ni mucho menos la fina cortesía que solamente ha de estar reservada a las personas que actúan con delicadeza.
2.- Para el ser humano que vive en sociedad merecer respeto de sus conciudadanos, está en el deber de portarse bien; ajustar los actos de su vida al correcto comportamiento; obrar conforme las buenas costumbres y conducirse dentro de los marcos de la decencia. De la misma forma que es respetado el que se maneja con decoro, el descarado está imposibilitado de exigir consideración. Los integrantes de un medio social no están en condiciones de laurear al antisocial, porque solo merece ser galardonado el que es meritorio.
3.- Aquel que anda haciendo bellaquerías de todo tipo, no puede esperar que se le dé trato honorable. Las acciones del bellaco tienen para su actor directas consecuencias, que no pueden ser otras que sanciones acordes con sus inconductas. Truhanear es muy propio de los que en el medio donde viven se convierten en rémoras sociales. A los que son obstáculos para el decente vivir hay que sancionarlos de diferentes formas.
4.- La estima a una persona en el medio donde desarrolla sus actividades es el resultado de la valoración de su conducta por los integrantes de la comunidad. Nadie llega a ser reputado si ha hecho de la mala vida una forma normal de proceder. No se gana el buen nombre con una actitud de desprestigio.
5.- En un país como el nuestro, donde abundan mujeres y hombres que procuran vivir sin ningún esfuerzo, aprovechándose de irritantes privilegios, moviéndose donde pueden ser favorecidos con canonjías y cuantas bicocas estén a su alcance, deben merecer consideración aquellos que han rechazado la vida fácil y se han dedicado al trabajo.
6.- La firme esperanza que tengo de que aquel que bien me conoce actuará frente a mí con la misma franqueza que le he dispensado, me lleva a ser confiado, hasta que compruebo que he sido ingenuo y caído en la pura buena fe y actuando bajo la influencia de la sinceridad de lo que digo o hago.
7.- En la mente tengo muy fijo lo que representa para mí el respeto, y tanto es así que en ocasión de cumplir mis 77 años de edad, escribí lo que transcribo más abajo:
a.- Admito que de no haber sido por mi carácter, hubieran sido más llevaderas mis relaciones familiares, amorosas, profesionales y políticas. Mi temperamento no sintoniza fácil con las normas que rigen el relajo de comportamiento en la sociedad dominicana de hoy
b.- El familiar o amigos que quiere conocerme, debe remontarse a la época que nací, saber lo que fue mi formación hogareña, así como lo que ha sido mi vida material y espiritual desde mi niñez hasta ahora. Por tanto, quienes más y mejor deben conocerme son mis familiares más cercanos y mis íntimas amistades.
c.- Acepto que conmigo se equivoque quien no me conoce, pero no así aquel que sabe bien la persona que he sido y soy en lo familiar y vínculos de amistad. A mis hermanos les quiero; a mis hijos, nietas y nietos, que son la razón de mi vida, les amo sin límite, en pocas palabras, gozan de mi adoración plena.
d.- Aunque ocupan un lugar especial en mi corazón, de mis descendientes, hermanas y hermanos, no espero reciprocidad afectiva, sino el respeto que creo merecer. Es lo mismo que aspiro recibir de mis amigas y amigos.[i]
II.- Mi accionar político es por convicción
8.- He vivido con la creencia de que la actitud ante la vida define a los seres humanos; que aquel que quiere despedirse del mundo de los vivos sin remordimientos, compunción, desazón o intranquilidad, lo único que tiene que hacer durante su existencia es actuar correctamente, sin afectar a otros. Sencillamente, probar en vida que es merecedor de ser tratado con respeto porque sus acciones terrenales lo hacen acreedor de la consideración de sus coterráneos.
9.- Sin pretender ser un santo ni un demonio, impoluto ni manchado, he incidido en la política por ideales a los cuales me incliné voluntariamente procurando que para el ser humano su existencia sea buena o, por lo menos, mejor de lo que es en la realidad. No me cabe la menor duda que entre los dominicanos y las dominicanas, una de las distintas formas que hay para conocer su doblez es el comportamiento político. Al moverse en la política las actuaciones prueban si una persona es de pensamiento sólido o fingido, de conducta honesta o sinvergüenza. Por tal motivo, siempre he destacado lo que para mí es la política, y lo reiteré al momento de cumplir mis 79 años de edad, cuando hice constar lo que transcribo a continuación:
a.- Por el trajinar político desde que era un púber, de lo que ha sido mi vida no tengo nada de qué quejarme; no puedo, en lo absoluto, estar refunfuñando, echando pestes ni darme por lastimado. No me cuadra vivir poniendo el grito al cielo por las consecuencias adversas que me han generado mis actividades en el accionar político y social.
b.- En lugar de permanecer contrariado, insatisfecho, dándome por ofendido, me conservo contento, sin disgustos de ninguna clase. He procedido en la brega política con el pleno convencimiento de que aquel que abraza con sinceridad y seriedad la lucha por los cambios políticos y sociales, debe aceptar los resultados sin importar que sean los peores. Estar de querelloso y lamentoso no es propio de quien hace de sus convicciones una doctrina armónica.
c.- En el curso de mi existencia he actuado en procura de obtener provecho para la sociedad porque entiendo que obrar para beneficio de la comunidad entraña realizar para el bien común. La práctica de hacer lo que es de utilidad se traduce en beneficioso para lo que en verdad se llama pueblo, por lo que producir, crear y formar, es eficaz en la medida que tiene sentido y componente social.
d.- Solamente me siento útil cuando convierto mi dinamismo en ajetreos que traduce mi esfuerzo en un producto de alcance humanista, porque es válido como ser humano el que desarrolla, motiva, origina, suscita en el medio donde vive para que las personas se preocupen por los cambios en el orden económico, político y social, a los fines de crear un nuevo orden que haga el ambiente acogedor en lo ético y moral.
e.- Durante toda mi vida lo que he hecho o dejado de hacer ha sido fruto de mí libérrima voluntad. Al ejecutar procedo con absoluta complacencia. No estoy formado para actuar bajo disgusto; mucho menos acciono con titubeos, impulsado por la vacilación, duda o indecisión. Me siento bien poniéndome en acción sin que en mí prime la dubitación. Hacer las cosas por decisión es para mí sentirme un hombre libre de reacciones caprichosas rodeadas de veleidades.
f.- Luego de mi familia, la pasión de mi vida es el accionar político con sentido social. No tengo razón de existir si no es accionando por los cambios políticos y sociales que precisa mi país y otros con estructuras semejantes a las que predominan aquí.
g.- Activar en la política me entusiasma, emociona y me motiva fogosidad. Con vehemencia he actuado en la política desde muy corta edad y el fervor sin límite lo he conservado. La política la vivo; ella me mantiene activo, con los ánimos encendidos. No resisto estar paciente porque sentirme contemplativo me hace creer que no existo.
h.- En la política no he buscado maravillar, impresionar ni ser admirado. Llegué a la política como combatiente contra la injusticia, y así me he mantenido; fijando mi posición tanto en mi país como en el extranjero. No he usado la política como pasatiempo, distracción o un medio para hacer dinero y escalar socialmente.
i.- Abracé la política por convicción y así la he ejercido estando dentro o fuera de un partido político. El quehacer político y social no lo acepto en forma pasajera, transitoria ni como algo furtivo. Mi vida ha sido y será la política, y lo mío con ella es permanente, persistente, consistente y sin tregua, es perpetuo. Ella llegó a mí para quedarse porque está estacionada en lo más profundo de mi corazón y cerebro. Le he sido fiel a la política y a mis ideas, y así será por sécula seculórum.