Desde que empezaron a volar los primeros astronautas se impuso la costumbre de llevar consigo algún recuerdo que luego multiplicaría su valor debido al hecho de haber volado por el espacio. La NASA permitía a sus pilotos un limitado volumen de artículos personales. No más de los que cupieran en un bolsillo del traje o una bolsita de nailon de apenas un palmo. El lanzamiento de la misión Artemis I, que finalmente se ha aplazado este lunes hasta el 2 de septiembre por problemas técnicos, el primer paso para la vuelta de humanos a la Luna en 2025, no será una excepción: todo tipo de mercadotecnia y objetos conmemorativos, que pesan unos 54 kilos, llenarán la cápsula en su órbita lunar.
La misión Artemis ha estimado que el primer vuelo que marca el inicio del retorno a la Luna bien merece un amplísimo surtido de objetos conmemorativos. No viajan astronautas, pero en la cápsula Orion sí se desplazarán tres maniquíes y un buen montón de objetos populares. Y material histórico: un tornillo que sujetaba uno de los motores que impulsaron al Apollo 11 (recuperado del fondo de océano en 2015) y un pedacito de roca lunar recogida por Armstrong y Aldrin, muestra que, por cierto, también voló en el último transbordador espacial.
Otros objetos incluyen semillas, que al regreso de la cápsula se plantarán en diversos parques bajo la optimista denominación de “árbol de la Luna”, o una réplica de una estatua griega de Artemisa obtenida por impresión 3D. La Agencia Espacial Europea (ESA) ha donado una reproducción de un fotograma de la película Viaje a la Luna, de George Méliés. Israel ha contribuido con un guijarro recogido en la orilla del mar Muerto, el lugar seco más profundo del planeta.
En el viaje tampoco faltarán los peluches. Un Snoopy en traje de astronauta (en recuerdo del módulo lunar del Apolo 10), junto a la pluma que utilizaba Charles Schulz para dibujar sus comics. Irá acompañado por otro muñeco, la oveja Shaun en uniforme de vuelo de la ESA, y unas pocas figuritas de Lego. Y, por supuesto, docenas de banderas, emblemas, insignias y 245 pines de plata con la efigie de Snoopy.
La cápsula tiene capacidad para cuatro viajeros. Un asiento estará ocupado por un maniquí instrumentado para registrar eventos durante el vuelo, desde vibraciones hasta niveles de ruido y rayos cósmicos. Otros dos solo llevarán unos simuladores de torso humano: tejidos blandos, órganos internos y huesos equipados con más de 5.000 sensores. Uno irá simplemente sentado; el otro, protegido con un blindaje contra la radiación.
Y todavía hay un cuarto tripulante, este ampliamente familiar para muchos: un asistente de voz Alexa especialmente modificado para ver qué tal responde en circunstancias tan especiales. Y no, no se llama Alexa. Esta vez es Callisto.
Tradición histórica
Virgil Grissom, el segundo estadounidense en subir al espacio, creyó que un buen puñado de monedas sería adecuado para contentar a familiares y amigos. Y casi le costó la vida. Ya en el océano, la portezuela se abrió y su cápsula empezó a embarcar agua. Él tuvo que saltar precipitadamente, confiando en que podría mantenerse a flote hasta que uno de los dos helicópteros lo rescatase. Se había desprendido del casco, pero sin cerrar la toma de la manguera de oxígeno ni de ajustar el cierre hermético del cuello; su traje también se fue llenando de agua, al tiempo que el peso de las monedas se convertía en un lastre que le arrastraba hacia el fondo. El segundo helicóptero los recogió cuando ya había tragado mucha agua. La cápsula se hundió.
La NASA nunca reveló el contenido de los paquetes de preferencias personales. Solían ser artículos ligeros: banderas, insignias, gorras o fotos familiares. Wally Schirra puso en la bolsa su licencia de caza, y John Young, que no debía estar conforme con el menú previsto para su vuelo, un sándwich de carne. No acabó de comérselo por temor a que las migas se introdujesen en los controles de la cápsula. Sus restos, embebidos en un bloque de plástico transparente, se conservan en el museo memorial de Virgil Grissom, que fue su comandante en aquel vuelo.
Otros astronautas fueron más prácticos. Frank Borman, comandante del primer vuelo que orbitó la Luna, se llevó una bola de aluminio. De regreso, el metal sirvió para acuñar 200.000 medallones conmemorativos. Y es conocido que Edwin Aldrin guardó en su bolsillo un pequeño cáliz de vino y una oblea para oficiar la primera y breve ceremonia eucarística en la Luna.
En las cápsulas Soyuz suele haber un peluche atado con una cuerda. Oficialmente, se le llama “indicador de ingravidez”: cuando flota es que ya están en órbita. Y en la estación espacial, que se abastece con cargueros automáticos, los astronautas han podido disfrutar de objetos mucho más voluminosos como guitarras o saxofones para entretener sus horas de ocio.
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Fuente: https://elpais.com/ciencia/2022-08-28/la-nave-artemis-llevara-mas-de-50-kilos-de-recuerdos-hacia-la-luna-snoopy-tornillos-historicos-y-figuras-de-lego.html